Al desplegar un proyecto de estas características, corremos con una ventaja considerable: la animación seduce, motiva y sorprende a niños y adultos por igual. Lo hacía en el siglo XVII con las funciones de las linternas mágicas y lo hace ahora con filmes que aprovechan el avance de las nuevas tecnologías. Pero, de cualquier manera, los progresos tecnológicos lejos están de hacer obsoletas las técnicas tradicionales de animación. El carácter artesanal de una huella dactilar modelada en la plastilina o el gesto expresivo de una pincelada en un papel siguen manteniendo el espíritu fascinante del género que nos ocupa. También es innegable el carácter lúdico que éste encierra: dejen a los niños armar formas en plastilina, dibujar y recortar personajes en papel o reunir muñecos diferentes, y de inmediato se pondrán a jugar. Esto sucede porque la animación crea universos de miniatura y ese terreno es propiedad de la infancia.
La animación es arte, cine, narración, trabajo en equipo y mucha acción.
El objetivo de este proyecto es animar a que los chicos (y docentes) entren en este mundo mágico.
Como docentes sabemos que el proceso es tan o más importante que el producto realizado porque –como todo buen proceso– deja un valioso bagaje de enseñanzas. Asumir este proyecto implica una responsabilidad y necesita de estrategias que, en mi trabajo escolar, desarrollaré con los alumnos:
• Partir de saberes previos e intereses del grupo (teniendo en cuenta que es un género que los chicos reconocen y consumen). Al indagar los saberes previos, tendremos que reforzar contenidos y buscar actividades que ayuden a educar la mirada, la desarrollen y potencien.
• Buscar aliados: no recargar en nosotros toda la responsabilidad. Es importante encontrar apoyo en docentes y –por qué no– en padres para aquellas áreas que no dominamos y que forman parte del proceso de realización. Las producciones realizadas en el taller de stopmotion se musicalizaran el el taller de música.
• Organizar al grupo. Distribuir diferentes roles y responsabilidades. Como sabemos, el cortometraje necesita de numerosos aportes desde diferentes áreas. Los alumnos deben tener la posibilidad de experimentar y participar en todas las etapas de realización, de ahí la importancia y ventaja que conlleva realizar este proyecto con un grupo de chicos reducido. Por otro lado, las herramientas audiovisuales actuales permiten observar y evaluar los resultados parciales al final de cada jornada. Esa posibilidad genera confianza en el proceso e impulsa a continuar.
• Establecer acuerdos en las ideas. Como todo trabajo en grupo realizado a conciencia, todos pueden opinar, sugerir y aportar en todas las etapas de realización. Estaré permeable a esas intervenciones (nadie domina tanto del género como los niños).
Señale al principio que el objetivo del proyecto es animar a los chicos para que entren en este mundo mágico. Quizás la mejor manera de evaluar el proyecto sea observar la satisfacción de los realizadores al ver el cortometraje terminado y al compartirlo con la comunidad educativa. Posiblemente, la respuesta al esfuerzo de tantas horas de trabajo para un resultado de unos pocos minutos esté en observar el asombro en la mirada de los espectadores –niños y adultos– ante la ilusión de movimiento que generamos en nuestra pequeña producción audiovisual.
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